"Papá, me tienes que construir una cabaña en un arbol asssiiii de alta (poco mas de un metro, lo que llegan a alcanzar sus pequeños brazos), con muchos tuneles para que no pueda caerme.
No puede ser alta, por que si me caigo me hago pupa y me caigo por la montaña pero papa me agarra para que no me caiga.
Y tiene que ser redondita, y jugaremos mis amigas y yo"
Siempre se me llena la boca al hablar de la increible imaginación de los niños pequeños.
Por desgracia, a medida que se crece, se va perdiendo al principito con el que nacimos. Lo vamos enterrando con la tierra de los adultos, con la lógica, con la razón, con las conversaciones "de mayores", etc.
No discrimino ese tipo de cosas, puesto que yo mismo las suelo poner en práctica, pero puedo afirmar que no he perdido esa parte infantil, ni nunca la perderé.
Suelo preguntarle a mi hermana pequeña, Marina (4 años), cosas para obtener respuestas típicas de una imaginación hecha materia, tales como:
-¿Qué tal hoy el día bichito?
-Muy bien, hoy me ha abierto la puerta una galleta.
- Anda, qué bien :)
¿A quién no se le curvan los labios al oír esa respuesta?
que linda es tu hermana pablo
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