Cuando miro dentro de tus ojos, puedo ver lo que sentimos.
El “no es para siempre” marcado en los corazones,
un "gracias" de mis labios hacia tu piel.
Todo vino, gracias al viento, pedí un amor y se me concedió.
Gracias, sí, gracias a ti pasé el invierno más calido de mi vida,
gracias a ti no sufrí conmigo mismo, te quise y mis besos no mentían.
El tiempo rondó nuestro amor, esperando para atacar a la yugular de nuestra historia.
Lo consiguió, nos desangramos y gritamos a los cuatro vientos un adiós obligado, influido por las diferencias entre ambos.
¿Cómo llegamos a esto?
Lo sé y lo sabes.
¿Cómo pudo pasar de verdad? ¿Cómo consiguieron sus labios abrir tus puertas, llamando a tu corazón y rompiendo mi alma?
Quieras o no, busques al culpable y su mierda, no hallarás mas que un te quiero borroso, difuminado por las lágrimas que cayeron de mis ojos sobre mi piel.
Es justo.
Con el fuego de mi corazón queme las cenizas de nuestro amor, con un suspiro mal expirado aparte tu pelo de mi mente.
¿Por qué esperamos tanto a rompernos?
Quizás el tiempo me envidiaba, y esperaba el momento justo de encajar los engranajes de su juego, abriendo tu corazón sin mi llave.
Pero ahora deseo que las lágrimas hagan desaparecer el te quiero de mi piel,
que mi religión llamada “Tus besos” me incite a hacerme ateo, que el Dios de tus labios me de la espalda y no haya más misas.
Bueno, si el sol baja y me invita a cenar, quizás le comente lo que es el frío de la noche.
... La lluvia de aquel Noviembre que trajo consigo un amor como este, es ahora una gota de agua que baja por tus mejillas.
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