Nunca entiendes cuando muero...

Amanecer.

Las sombras se reflejan en tus ojos. Ahora, la luz que no te llegaba te atraviesa por mi corazón, como esos rayos de la mañana.
Listo para romper-se en los pedazos necesarios para reconstruirse... después de tú tú tú.
Ahora, la cama está lista para tus curvas, para el peligro de mi lengua al volante.
Correré el riesgo de caer por los acantilados, correré el riesgo de no vivir para contarlo.
O si, bueno, sabes que hay una parte de mí que quiere impedir que pierda el control, y también una parte de mí que quiere hacerte llorar, vernos morir.

Mundo, ven y ayúdame...

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“Mierda, he muerto.”

Anochecer.

Dulce rendición, ahora si que quiero perder el control y caer en tu pequeño cuerpo, perderme por ahí y desear el rescate forzoso algún día de estos que vendrán con los relojes.
Por ahora, te veo bajo tu tormenta, con sus brazos alrededor de tu cintura, y yo listo para correr.
Correré, no el riesgo, por las calles de la amargura, hasta la casa de la alegría. Hasta el "bueno, esperar..." que me marque el camino a casa.
Ella, mientras, podrá comer su menú del día, apetitosamente destructivo. En su perfecta tormenta...
caerá sobre ellos.
Sobre mi, mientras, como no, obviamente, moriré.
Huiré.
Renazco, silencio y me voy.

Después, te grito una vez más y tus ojos me matan. Otra vez, el despertador al anochecer...
!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Ven, úsame a tu gusto, aunque muera tras esto. Pero dame el gusto de soñar despierto con tu boca, con tus manos en mi cuello, y tus dientes en mi yugular.

Si yo fuese tu vampiro, y no tú mi perdición...
Busquemos aquel todo para nosotros, ese amor que nos tenemos guardado para ti y para mí, para un nosotros más nosotros que nunca.
Te espero, mientras tanto, dulces sueños, pequeña...

Hola princesa, he estado soñando toda la noche contigo.

Soñé que nos besábamos hasta comernos los labios, nos amábamos sin desgastar el corazón, y te explicaba el lenguaje de los “signos”… ya que nunca me entiendes cuando te hablo con la voz.