Son como dos versos lentos y contiguos, finos e hirientes, sinérgicos, constantes, y uno debe pisar entre sus letras con cuidado, como entre los charcos de lluvia, siempre y cuando no quiera empaparse los pies y el corazoncito
También hay una fuerza inquebrantable más allá del triste y leve crujir físico de su caracola, que puede tener ecos muy hondos, si uno quiere atreverse a verla, y a oírlos; pues lo que para nosotros es sólo un paso en nuestro poderoso e individual camino,
casi inocente, a veces autómata,
tiene un impacto en su pequeño mundo
Ellos llevan su casita a cuestas, donde pueden refugiarse, casi como un niño bajo las finas sábanas. Seguridad. Esa ilusión, tan frágil como una pequeña concha, que inspira sensibilidad y fuerza; para mí, es la fuerza de ir con cuidado por donde camino, con todo: lo que pienso, lo que digo, lo que hago, lo que piso; para ellos, la de lanzarse a arrastrarse lenta y decididamente a comerse nuestras espinacas, o lo que pillen; para el niño, la fuerza mágica de la imaginación, que cambia la sábanas por una armadura
E incluso siendo adultos, después cuesta mucho cambiar esa armadura por la desnudez, la sensibilidad atenta, la fuerza templada. Serenar la lluvia interna. Tener la paciencia de los caracoles, y del que los espera y los observa.
A mi me inspiran mucha ternura, y me llena de fuerza pensar en su pequeña e importante existencia ... Vivir en el campo es maravilloso, hay miles de hadas, si uno cree en ellas.
'Pisa despacio, pues pisas entre mis sueños', dicen.
'Toda vida es preciosa', pienso.
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