Cuando se adelantan los versos a los hechos en presente y no en pasado, hay una emoción en cueros que se cubre la desnudez con prudencia;
igual que los mil corazones rebeldes que quieren salir de este pecho, los versos rápidos se manifiestan en ecos, que vienen distantes, y susurran muy bajito las lecciones nuevas por aprender. Una voz consciente, que habla despacio, una voz que habla como si un arroyo fuera lo que de veras manase de su boca, invisible, interna. Los ecos de la voz, las mil voces o latidos que a la vez hacen su música y su destrucción. Y cuando se adelantan los versos a todo esto, porque la expresión se derrama en experiencia por los arrabales de mi alma, experiencia en presente, en pasado, es entonces cuando un futuro o un infinito se deforma según avanzan los segundos. Como el juego de las pasiones y los amores ridículos, detallado en el formato de la piel, que también se deforma en realidades aleatorias y más experiencias aprendidas. Como esos versos anexos desparramados por la ciudad, en las paredes, las hojas, los rostros, que se recitan sin quererlo en el aire y en las esquinas por las que floto, susurrando una sabiduría escondida en el interior, que despierta, como ahora, en un presente futuro en el que se idealizan las imágenes del devenir según los antojos más caprichosos del deseo. Es así cuando todo se junta en el pecho, los versos, el tiempo y el arroyo, las pasiones humanas, la sabiduría que entra y la que nace, todo como mil latidos en el pecho, mil conciencias con su propia voz, todo como emoción en cueros, valiente pero tímida, que aparta muy despacio sus manos que cubren la desnudez y la vergüenza, todos sus miedos rotos por fin, agradece la lección aprendida, el control, la administración de la emoción, sonríe a las nuevas experiencias por venir, y ahora en este futuro presente me da para escribir el formato de un nuevo día
Con la lección aprendida, la lectura se duerme al raso; no quiere cobijo
la escritura se congela con el frío del invierno; por la anticipación, el adelantamiento de los versos. Se congela por los besos recibidos y la ilusión de la que me han convencido. Hay una imagen, un recuerdo que parece que no he vivido; aquí una figura, ahora una ausencia, ¿es real? ¿es un pasado que no existe? las palabras escritas que no hablan de nada y solo se ocultan tras la pantalla de una necesidad impuesta. Con la lección de la prudencia aprendida, de guardar las emociones tras la lengua y los poemas en la cabeza, la lectura, la escritura, se congelan, se duermen, y yo me administro los mil corazones para que no se llenen de ilusiones según los deseos y los miedos que se manifiestan día a día en un presente, en este entorno cuesta arriba, con todos los frentes abiertos, en los que me tengo que curtir en singular.
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