domingo, 26 de mayo de 2013
Mi Notre Dame, mi Torre Eiffel, mi Guernica, mi Piedad.
Como la poesía en el papel, mojado, hace de la tinta pequeños lagos y de las palabras barcazas que navegan en busca de.
Encontrando aquello que.
Me nace y me deshace, el papel, se deshace, la poesía, nace.
Poco a poco vuelan las palabras, esta vez me dan alas.
Ánforas que guardan recuerdos, las apilo en cajas, en el desván de la memoria. Y me acuerdo, me hago escoria ante tan majestuoso ritual, sopla el mar y trae, volando, recuerdos que amontonar.
Me hago el camino al andar.
Y seguro que así el destino son mis zapatos, los cambio, los desato, si caigo, me paro a pensar el porqué, y porque me levanto, me caigo y pienso, me detengo en lo que siento.
Las barcazas se tumban, y salen llenas de algas y peces.
Las flores, me tumban, me susurran en sueños que mi piel es mi mejor lienzo.
Mi museo en el cuerpo, órganos que retumban en catedrales del sentimiento.
Mi Notre Dame, mi Torre Eiffel, mi Guernica, mi Piedad.
El león aprendió a cazar, a sobrevivir, para vivir su jungla de cristal de bohemia que me abre puertas antes invisibles.
El león creció salvaje, y a su lado el domador crecía domado.
Por no tener manos ni pies.
Si no alas, y volar, del revés, por junglas de cemento.
Ahora me miro y pienso, crecido el león, adulto el domador, acuden a mis manos, versos para demostrarlo.
Se me deshacen los versos cayendo lento por mi boca.
Latiendo.
Gimiendo.
Mordiendo y rugiendo, encierro y libero, camisas de cuero para un calor de verano.
Así sudando, me doy cuenta.
Hago cuentas, sudando, me doy por satisfecho, por la perfección por la que camino, como un filo de navaja afilado, por su precipicio camino.
Y hago el camino descalzo.
Pues no hay destino ni zapatos que miren más allá de mis pies. y si me corto me curo, pensando en qué es lo más duro que se le puede poner delante a un ser que, andante o rodante, volando o saltando, se hace mayor en la jungla esta vez hecha de corazón. Que sangre lleva, sangre trae. Y si suda sangre mi piel, más cuenta tendré y consciencia a nivel superior, para que esa sangre me lleve y me traiga en barcazas de plata esta vez recuerdos que quizá un día sean eternos.
Y esto es así, como lo digo, como lo escribo, quiero tenerte entre mis brazos, pero no quiero tenerme atado a una idea que va más allá de cuerdas, amor y libertad.
Ya eres eterna.
Repetía mi cabeza.
Y yo como un bloque de marmol frío e intacto quedé.
Por no tener tu piel que mecer.
Ni la noche saber ni la noche entre que me hice y me deshice, ni la noche fue noche.
Por tu luna escondida.
Y mi árbol lunar llorando savia platea da.
Ya eres eterna repetí en mi cabeza, como un eco en una cueva, allí te deje eternamente hasta seleccioné un menú adecuado para la dieta que te preparé, eternamente tú, con tu pelo liso y suave, no se si son mis venas rojas o de color castaño oscuro, como lo que cae por tu espesa mente de mujer.
Si es así fluyes por mí.
Y si no es así mejor quédate allí.
Mis manos te tocan, pero a distancia se vuelven locas, tienen mono de tu droga, que me coloca el ser en un modo salvaje.
Pero si no es así dejame ir.
Prefiero el filo de la navaja sin ti, antes que la comodidad de ver todo desde lejos sin poder apreciar detalle aunque este te conduzca al fuego perfecto y ardas sabiendo que tú elegiste ser calor.
Prefiero el infierno elegido y por mi permitido, al cielo condenado contra mi voluntad.
Prefiero mi sangre domar, antes que tus cabellos como caballos corran alocados a su antojo por mi ser.
Ya eres eterna, amor.
Te construí la mejor barcaza en mi cabeza, para que fluyas cómodamente en tu cueva, seas eco en mi interior nunca sabrá el amor como fue y volvió a ser en mayúsculas una palabra pura y elegante.
Te construí la mejor barcaza en mi cabeza, ahora rema y rema, nunca dejarás de ser eterna.
sábado, 18 de mayo de 2013
Piensa en verso
Ser cuerda, o ser el nudo, que siendo mudo, cojea de la mirada también dice que tiene sed, ser cuerdo, o ser pez, ser mar, o seca mi piel, a tiras me la arranqué.
No se si fue la música o el aire que dejé de respirar, por probar, a ver si me vuelvo paz.
No se si fue la poesía que me encandiló, me sedujo por el camino prohibido, haciéndome hombre de versos.
Se me queda chico el cielo.
Las manos deslizantes, como hechas de aceite.
Y tú de agua.
En tus poros encontré una paz, para mi guerra.
La hicimos sudar, la hicimos llorar y la matamos de hambre.
Nos quedan los desastres, naufragio de sangre, mi barco de vela herido fluyendo sin sentido.
Y en soledad puedo acompañarme.
Puedo llenarme de versos, hasta mi cabeza entera y en cada rizo enredar las letras y escudos.
Ser fiel a mi piel.
No crecer por fuera porque por dentro es primavera, y florece, y crece, y da frutos el árbol.
Y se me va, el tiempo, encarnado en momentos. Hueso a hueso palpitando en el teclado del tiempo, cantando relojes incordiando amores porque se me va el tiempo y tú no estás aquí para congelar el momento, y encarnar quizá luego, tu amor y mi amor en un tiempo ya eterno.