Abre parentesis.
A ritmo de psicodelia que marcas con tus ojos.
Me pongo nervioso. Me levanto, me siento, me lanzo al fuego pero no me quemo. Nacido del mal. Nacido para el mal. En medio de la tormenta, vuelves con tus solos de miradas electricas. Sin prisa.
Este año me propongo crecer por fuera.
Me estoy reformando. Me drogo, me limpio, me caigo a los miedos desnudo pero no grito.
Me estoy alterando. He perdido los papeles donde solía plasmar mi tranquilidad.
En medio de la tormenta debes eludir a la calma, te da miedo causar mala impresión con tu sonrisa atada al rostro.
Aún así.
Aún te quedas así de intranquilo. La fiera furia ferrea a tus huesos les sienta mal.
Estás en la mente.
Ellos me dan destrucción y yo les doy mi adicción. Adicto a las curvas que tu piel sinuosa, ella me deja. No hay mas remedio que volver a la sombra y a la luz. Despues de tanto tiempo, los amaneceres desaparecieron para dejar paso a la soledad de la mente.
Anónimo.
Cierra parentesis.
Vuelve a mirarme de esa manera.
Tócame.
Soy real ante tu piel esculpida en mármol. Soy frágil ante tus labios, que me besan por donde la imaginación llega a su cumbre. Se llena el ambiente de vapores y le hago el amor al aire, que me pide dureza ante la inexistencia. Y tus manos acariciándome, y mis manos acariciándote.
Tienes la fortaleza que mi carne te brinda. Poco vocabulario ante lineas perfectas, diagonales hasta tu corazón. Así defino cada madrugada con barrotes.
Vuelve a la luz.
Vuelve la luz que ilumina tan preciado rostro. Tienes mi calor, mis manos, mis besos, mis ganas. Dejas cada lágrima a merced del viento.
Así la mente triunfa sobre mi.
Vuelta a la sombra y a la luz.
Cada frase alberga una historia distinta. Las letras dejan huellas que las palabras siguen para que tú puedas vivir en su historia. Disfruta cada paso.
domingo, 21 de agosto de 2011
viernes, 19 de agosto de 2011
martes, 2 de agosto de 2011
Te echaba de menos,
me cuesta admitirlo.
Había vuelto. Hacía tiempo que pasear por lineas desgastadas y material explosivo no me hacía igual. Igual que tú, igual que ayer.
Volver era cómodamente apropiado para mi situación. Llovía a mares cuando no llovía en seco. Del revés hacía el amor con guerra a una situación incómoda. Y escocía porque quemaban las lineas.
No dejan morder mis miedos, no dejan de morder porque le hace fuerte la sangre. El ego era, en tercera persona, perfecto.
Las letras, perfectamente irregulares, me ponían a fuego lento entre la espada y tu espalda. Me aferro al metal con los dientes, con caricias a la espada atraviesa mi piel. El dolor que alberga la alegría de estas lágrimas se debe a la ausencia total de cordura. Me cuesta componer una sinfonía a base de alaridos.
No hay cordura capaz de prevenir que esto puede salir mal. Saldrá, y tendrá que volver a entrar por el frío que hace fuera, te cala hasta los huesos sin nada que te abrigue. Por eso viene bien.
Me lanzaría al vacío de esa ausencia si en su interior hubiese algo menos que rabia contenida. Si hubiese un punto medio entre ira y serenidad.
Pídeme un suspiro acariciándome la mejilla. De él saca la fuerza necesaria que a tus manos les falta. Ven, sopla a las nubes que hacen tormentar esta tormenta.
Me declaro adicto a tus curvas.
Había vuelto. Hacía tiempo que pasear por lineas desgastadas y material explosivo no me hacía igual. Igual que tú, igual que ayer.
Volver era cómodamente apropiado para mi situación. Llovía a mares cuando no llovía en seco. Del revés hacía el amor con guerra a una situación incómoda. Y escocía porque quemaban las lineas.
No dejan morder mis miedos, no dejan de morder porque le hace fuerte la sangre. El ego era, en tercera persona, perfecto.
Las letras, perfectamente irregulares, me ponían a fuego lento entre la espada y tu espalda. Me aferro al metal con los dientes, con caricias a la espada atraviesa mi piel. El dolor que alberga la alegría de estas lágrimas se debe a la ausencia total de cordura. Me cuesta componer una sinfonía a base de alaridos.
No hay cordura capaz de prevenir que esto puede salir mal. Saldrá, y tendrá que volver a entrar por el frío que hace fuera, te cala hasta los huesos sin nada que te abrigue. Por eso viene bien.
Me lanzaría al vacío de esa ausencia si en su interior hubiese algo menos que rabia contenida. Si hubiese un punto medio entre ira y serenidad.
Pídeme un suspiro acariciándome la mejilla. De él saca la fuerza necesaria que a tus manos les falta. Ven, sopla a las nubes que hacen tormentar esta tormenta.
Me declaro adicto a tus curvas.
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